El liderazgo de hoy: ¿qué entendemos por lider-coach?

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Publicado el 25/06/21

Fernando Aldabalde
Fernando Aldabalde

Está de moda hablar de coaching, pero ¿de dónde proviene su significado? En inglés, coach hace referencia a los antiguos carruajes que transportaban personas de un lugar a otro, de un punto de partida a un destino que no en todos los casos era previsible. El coaching empresarial mantiene este significado originario de travesía y, por qué no, de transformación.

Si bien el liderazgo tradicional siempre puso énfasis en los problemas, el coaching lidia directamente con objetivos, y no solo a corto plazo. Es un “entrenar” continuo, diario, a base de una interacción genuina y transformadora entre coach y coachee.

La primera revolución del coaching tuvo lugar en los años 80. Se avecinaban cambios importantes. Las carreras ya no eran todas vitalicias como lo fueron antes. Así fue cómo el rol del coach se hizo más y más visible: era necesaria la figura de un líder menos autoritario, capaz de adaptarse a las necesidades y vicisitudes de los individuos.

El coach es una suerte de provocador, un facilitador de aprendizajes. Como dice más poéticamente Leonardo Wolk, la misión del coach es la de ser un “soplador de brasas”. El coaching es, esencialmente, un proceso provocador y desafiante, ya que requiere cuestionar las estructuras rígidas de nuestra personalidad, viejos prejuicios y concepciones acerca de cómo hacemos las cosas, para luego conectar con nuevas respuestas para cambiar algo con lo que no nos sentimos a gusto. Y ya sabemos que el cambio es algo que no resulta sencillo: en el decir de Peter Senge, “la gente no se resiste al cambio, se resiste a ser cambiada”.

Hace unos diez años, Google llevó adelante el llamado “Proyecto Oxígeno”, un experimento ampliamente difundido, que parte de una pregunta clave: ¿Qué distingue a un buen jefe de uno malo? Y lo que descubrieron es que básicamente el buen líder de la era digital posee cualidades propias de un coach. Tiene objetivos claros, ayuda a los empleados a encontrar su camino en lugar de dictarles el camino, muestra interés en el éxito de su gente, es un buen comunicador, y, sobre todas las cosas, empodera a su equipo.

La figura del líder-coach se posiciona como un motor continuo de confianza. Debe instigar confianza y un sentido de realización personal, incluso en aquellas personas más reacias.

Esto se logra comprendiendo el potencial de cada individuo, ayudándolo a explotar condiciones propias que quizá la persona ni siquiera sabía que poseía. El coach cuida de su gente sin ser paternalista. Y lidera a través de los valores humanos que fomenta en su gente. Es imposible que sea un buen líder o coach si sus acciones no condicen con su pensamiento.

Quizá se trate de preguntas incómodas para muchos de nosotros. ¿Estamos realmente cuidando a las personas? ¿O continuamos con la vieja perspectiva de verlas como un medio de producción, como el medio para un fin? Pues si no hay una mirada introspectiva y honesta, no podrá haber cambios.