El avance de esta nueva tecnología empieza a impregnar el modo de pensar el trabajo de varias compañías. Qué significa esto para el talento.
La conversación sobre inteligencia artificial (IA) dejó de ser un tema de futuro y se volvió parte del día a día de las organizaciones. En pocos años, la adopción de esta tecnología pasó de ser una curiosidad tecnológica a convertirse en una herramienta estratégica para la mayoría de los empleadores.
Hoy, según el estudio Acelerar la adaptabiliad, de ManpowerGroup, casi la mitad de las empresas (48%) ya utilizan algún tipo de IA generativa en sus procesos, y otro 21% planea implementarla en los próximos 12 meses. La revolución ya no es hipotética: está en marcha.
Sin embargo, esta adopción acelerada convive con preocupaciones reales. Para un tercio de los empleadores, el alto costo inicial de inversión sigue siendo un obstáculo importante. A esto se suman inquietudes sobre privacidad, regulaciones y brechas de habilidades, que también preocupan al 31% de las organizaciones a nivel global.
La IA abre oportunidades inéditas, pero también exige nuevas reglas, nuevas capacidades y una mirada más madura del impacto que tendrá sobre la fuerza laboral.
La mirada positiva
Aun así, los beneficios son claros. Las investigaciones muestran que la IA generativa puede mejorar el rendimiento de trabajadores altamente calificados hasta en un 40% en comparación con quienes no utilizan estas herramientas.
Ese salto en productividad es un punto de inflexión: cambia la manera en que las empresas piensan la eficiencia, el diseño de roles y la distribución del trabajo. La IA permite hacer más, más rápido y con mejor calidad. Pero, sobre todo, permite que las personas concentren su tiempo en lo que realmente agrega valor.
Donde la IA aún enfrenta límites es en su capacidad para resolver la escasez de talento. Aunque permite automatizar tareas y optimizar procesos, no reemplaza la necesidad de contar con colaboradores capacitados.
De hecho, su avance expone una necesidad urgente: desarrollar nuevas habilidades en los equipos, reentrenar a trabajadores y cerrar las brechas de competencias digitales que frenan la adopción tecnológica. La IA no elimina la importancia del talento humano, sino que la hace más evidente.
En este contexto emerge una herramienta clave: la inteligencia del talento. Esta tecnología basada en IA ya está en el mercado y permite a las organizaciones tomar decisiones sobre su capital humano con una precisión inédita.
¿Cómo funciona?
A partir de aprendizaje profundo, cruza miles de descripciones de puestos y requisitos estandarizados para identificar qué habilidades tiene cada persona, cuáles necesita desarrollar y qué roles podría ocupar incluso si no tiene experiencia directa en ellos.
La inteligencia del talento no solo facilita contrataciones más flexibles, sino que abre caminos no tradicionales. Si un candidato demuestra que es fuerte en la habilidad A, el sistema puede proyectar compatibilidad con habilidades B o C, anticipando su potencial para roles nuevos. Esto democratiza el acceso al trabajo, reduce barreras y permite encontrar talento en perfiles que antes hubieran quedado afuera del radar.
Además, la herramienta ayuda a las empresas a rediseñar roles completos. Al mapear habilidades y necesidades futuras, los líderes pueden reorganizar equipos, redistribuir colaboradores cuando hay interrupciones o cambios estratégicos, y acelerar los procesos de reconversión interna que acompañan la transformación digital. La IA deja de ser solo un motor de productividad para convertirse en un aliado del desarrollo humano.
La pregunta que se hacen hoy las áreas de RRHH ya no es si deben adoptar IA, sino cómo hacerlo de manera ética, estratégica y sostenible. El desafío no está en la tecnología en sí, sino en cómo integrarla al trabajo diario sin perder la esencia de lo humano: creatividad, juicio, empatía y capacidad de adaptación.